Meditación Bíblica para Éxodo 30

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Lecturas Bíblicas: Día 78
Éxodo 30 | Juan 9 | Proverbios 6 | Gálatas 5

Gran parte de Éxodo 30 se centra en un aspecto importante del culto del tabernáculo: el altar del incienso (Éx. 30:1-10) y la receta del incienso que se quemaría en el altar (Éx. 30:34-38). Después de enseñar la ley y ofrecer sacrificios, quemar incienso era el aspecto más importante de los deberes de un sacerdote ante Jehová y en nombre del pueblo de Israel (Dt. 33:10).

El Altar del Incienso se colocaba en el Lugar Santo, justo delante del velo que conducía al Lugar Santísimo (Ex. 30:6). Cada mañana y cada tarde, Aarón y sus hijos sacerdotes debían entrar en el tabernáculo y quemar incienso aromático en el Altar del Incienso (Ex. 30:7-8). Como este incienso era sagrado, Jehová prohibió explícitamente ofrecer incienso “no autorizado” (lit. “extraño” o ” ajeno“) en el Altar del Incienso.

Trágicamente, los hijos de Aarón, Nadab y Abiú, ignoraron más tarde este mandamiento y ofrecieron fuego e incienso no autorizados en el tabernáculo. Por su crimen, Jehová los hirió de muerte con fuego que salió del Lugar Santísimo para consumirlos (Lev. 10:1-2).

Entonces, podríamos preguntarnos, ¿qué sentido tiene ofrecer incienso? ¿Por qué debe hacerse con tanta regularidad, por la mañana y por la tarde, y por qué el incienso es tan sagrado? Allen Ross explica que quemar incienso “era el ritual que acompañaba a la intercesión en el santuario1. Así pues, cuando los sacerdotes ofrecían incienso, lo hacían mientras ofrecían algo que Dios considera aún más agradable: oraciones por el pueblo de Israel.

En Apocalipsis 5, esta conexión entre incienso y oración se hace explícita. Allí, el apóstol Juan tiene una visión del interior del templo celestial de Dios, y ve a los veinticuatro ancianos (que representan a todo el pueblo de Dios: las doce tribus de Israel y los doce apóstoles de Jesús) postrarse “delante del Cordero; todos tenían arpas, y copas de oro llenas de incienso, que son las oraciones de los santos” (Ap 5:8).

La oración de intercesión era un componente crucial del ministerio sacerdotal. Jehová ordenó que los sacerdotes hicieran tales oraciones por los israelitas a quienes representaban ante Él con regularidad, dos veces al día, mientras quemaban un aroma agradable mediante el incienso. La oración no era gravosa y desagradable, sino el dulce aroma del incienso ofrecido a Jehová como parte regular de los deberes sacerdotales.

Y puesto que los que vivimos bajo el nuevo pacto estamos llamados a ser el santo sacerdocio de Dios (1 Pe. 2:5), también nosotros tenemos la responsabilidad de elevar oraciones como incienso a Dios. Estamos llamados a interceder unos por otros con la confianza de que esas oraciones son guardadas en copas de oro en el templo del cielo por los veinticuatro ancianos que adoran al Señor Dios Todopoderoso y al Cordero día y noche (Ap. 4:8-11).

¿Reconoces el valor de tus propias oraciones?

Notas al pie

  1. Allen P. Ross, Recalling the Hope of Glory: Biblical Worship from the Garden to the New Creation (Grand Rapids, MI: Kregel, 2006), 213. ↩︎

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