Lecturas Bíblicas: Día 259
2 Samuel 12 | 2 Corintios 5 | Ezequiel 19 | Salmos 64–65
En 2 Samuel 12, observamos el comienzo de las secuelas del pecado de David con Betsabé. En ciertos modos, este pecado afectará negativamente el curso del resto del reinado de David. Sin embargo, hay algunos grandes principios que aprender de este pasaje, tanto en la forma en que Natán confronta a David con respecto a su pecado como en la forma en que David responde a la confrontación de Natán.
El primer aspecto positivo de esta historia es la confrontación de Natán con David. Para empezar, debemos reconocer que Natán arriesga su estatus e incluso su vida al confrontar a David sobre su pecado, especialmente porque David ya había asesinado para encubrir ese pecado. Pero también es interesante examinar la manera en que Natán se enfrenta a David. En lugar de acercarse a David y descargar toda su ira sobre él por lo que había hecho, Natán se acerca a David con una historia que capta la imaginación de David y le lleva a autoconvencerse del crimen que ha cometido.1 El tacto es una poderosa herramienta para pastorear a los pecadores.
En segundo lugar, el arrepentimiento rotundo de David es otra parte positiva de esta historia. David reconoce completamente su pecado, diciendo: “Pequé contra Jehová” (2 Sam. 12:13). Ciertamente, hay mucho más en el arrepentimiento de David que sólo estas palabras ( ver Sal. 51 para leer la extensa reflexión de David sobre su arrepentimiento), pero David no hace menos que confesar libremente su pecado ante Jehová. Una vez que David confiesa, Natán le asegura que Jehová le ha perdonado.
Más allá de pedir simplemente perdón, David también suplica con valentía a Jehová que perdone a su hijo por nacer, de quien Jehová había dicho que moriría (2 Sam. 12:14). A veces, las personas que encontramos en la Biblia se limitan a aceptar el juicio de Jehová (por ejemplo, el sacerdote Elí en 1 S. 3:18 o el rey Ezequías en 2 R. 20:19), pero es mucho mejor cuando los siervos de Dios se presentan confiadamente ante Jehová para pedirle que ceda (por ejemplo, Moisés en Dt. 3:23-28). El bebé de David muere, pero la confianza de David nos enseña mucho sobre cómo debemos orar.
Específicamente, el ejemplo de David debería darnos una confianza audaz para tratar con el pecado en nuestro medio. El pecado a veces nos paraliza de miedo, pero cuanto más entendemos el evangelio de Jesús, más debemos reconocer que Jesús vino precisamente para sanarnos de nuestra pecaminosidad. Jesús quiere confrontar nuestra pecaminosidad con su gracia sin límites. Cuanto más meditamos en el evangelio de Jesús, menos nos parece necesario proteger el espejismo de nuestra propia justicia y más confiados nos sentimos no sólo para arrepentirnos de nuestro pecado y pedir perdón, sino también para orar para que Dios nos libre del desastre que puede venir como consecuencia de nuestros pecados.
¿En qué aspectos de tu vida te infunde miedo el pecado, y cómo puede estar llamándote Jesús a confiarle tu pecado a pesar de tus temores?
Notas al pie
- Warren W. Wiersbe, Preaching and Teaching with Imagination (Grand Rapids, MI: Baker Books, 1994), 51–55 ↩︎