El liderazgo espiritual significa, ante todo, que debemos desviar la atención de la gente de nosotros mismos y dirigirla hacia el Dios que guarda el pacto. Significa evitar por completo el culto a la personalidad y, en su lugar, recordar a las personas que Dios ha confiado a nuestro liderazgo, que es Él quien nos ha dado generosamente a su Hijo. Por lo tanto, insiste en que caminemos en fe y obediencia ante él. El liderazgo espiritual significa, en palabras de Juan el Bautista, que nosotros debemos menguar y que Jesús debe crecer (Juan 3:30).
Mientras vivamos -y en la medida en que Dios nos confíe el liderazgo de otros- esforcémonos por exaltar a nuestro Señor del pacto, Jesucristo, y no a nosotros mismos.