Ya desde los inicios de la historia del reinado de David vemos advertencias de no poner demasiada confianza en él. Es el rey ungido que sigue el corazón de Dios, pero no será el que destruya para siempre a los enemigos de Dios ni el que traiga una paz duradera a su pueblo. Así que, aunque los muchos éxitos de David anticipan quién será Jesús, también debemos ver que los fracasos de David anticipan lo que Jesús no será, de modo que Jesús tendrá éxito donde David ha fracasado.
David puede ser un mesías, pero no es el Mesías.