El ejemplo de David debería darnos una confianza audaz para tratar con el pecado en nuestro medio. El pecado a veces nos paraliza de miedo, pero cuanto más entendemos el evangelio de Jesús, más debemos reconocer que Jesús vino precisamente para sanarnos de nuestra pecaminosidad. Jesús quiere confrontar nuestra pecaminosidad con su gracia sin límites. Cuanto más meditamos en el evangelio de Jesús, menos nos parece necesario proteger el espejismo de nuestra propia justicia y más confiados nos sentimos no sólo para arrepentirnos de nuestro pecado y pedir perdón, sino también para orar para que Dios nos libre del desastre que puede venir como consecuencia de nuestros pecados.
¿En qué aspectos de tu vida te infunde miedo el pecado, y cómo puede estar llamándote Jesús a confiarle tu pecado a pesar de tus temores?