El pecado engendra más pecado, así que debemos permanecer diligentes para mantenernos firmes incluso contra los pecados más pequeños que se cuelan en nuestras vidas. Por la gracia de Dios, vigila tu alma, huyendo una y otra vez a Jesús, que te persiguió a través de su vida, muerte y resurrección para que encuentres tu plena satisfacción en Él mientras das muerte al pecado en tu vida.