La legitimidad del sacerdocio de Cristo es el fundamento sobre el que descansa todo el Evangelio: “y habiendo sido perfeccionado, vino a ser autor de eterna salvación para todos los que le obedecen; y fue declarado por Dios sumo sacerdote según el orden de Melquisedec.” (Heb. 5:9-10). Y puesto que él es nuestro sacerdote, usurpar el sacerdocio de Cristo, como hizo Saúl, intentando expiar nuestros pecados mediante algo que no sea la fe en su obra consumada en la cruz, no es más que una blasfemia. Por eso pregúntate hoy, ¿confías en tus propios sacrificios para mediar por ti ante Dios, o tu fe descansa en la obra sacerdotal perfecta y consumada de Jesucristo?