Mientras Jesús sigue construyendo su Iglesia en la tierra, ha confiado la palabra y la oración no sólo a los ministros ordenados. Más bien, ha llamado a todo su pueblo al ministerio. Aunque nuestras funciones en la Iglesia pueden variar, a todos se nos ordena “que la palabra de Cristo more en abundancia en vosotros” (Col. 3:16) y “orad sin cesar” (1 Tes. 5:17). ¿A quién te ha enviado Dios como ministro, tanto a través de la proclamación del Evangelio como de la oración?