Hoy, todos los pueblos -judíos y gentiles, extranjeros e hijos de creyentes por igual- pueden encontrar la salvación cuando se dirigen en oración al templo de Dios construido sin manos, el Señor Jesucristo. Por medio de Cristo, Dios habita con su pueblo -hoy por el Espíritu de Jesucristo en la Iglesia (Ef. 2:22), y para siempre en la Nueva Jerusalén (Ap. 21:22).