Nuestra herencia no son bienes raíces, sino el Señor Jesús mismo, a quien Dios nos ha dado bondadosamente. Aprende a valorar a Jesús más que a tu propia vida, para que cuando los gobernantes malvados te pidan que vendas tu herencia por un precio, te resulte fácil responder con las palabras de Nabot: “Guárdeme Jehová de que yo te dé a ti la heredad de mis padres.” (1 Reyes 21:3).