Para nuestra sorpresa, los reyes de Israel no son más capaces de reformar los corazones del pueblo de Dios de lo que fueron los jueces de Israel. Incluso en los días en que hay reyes en Israel, el pueblo sigue haciendo lo que es correcto a sus propios ojos hasta que Jehová finalmente los entrega al juicio. El pueblo de Dios necesita algo más que un simple cuerpo cálido en el trono de Israel: necesita un rey mejor, un rey que no sólo pueda curar a la nación de su exilio, sino también transformar sus corazones para que sigan a Dios plenamente