Lecturas Bíblicas: Día 302 2 Reyes 10 | 2 Timoteo 1 | Oseas 2 | Salmos 119:97–120 |
En la meditación de ayer, empezamos a hablar del modo en que los autores bíblicos utilizan la repetición para dotar a sus narraciones de un significado rico y complejo. En 2 Reyes 10, el autor bíblico utiliza aún más la repetición para evaluar el reinado de Jehú.
Para empezar, Jehú organiza un acontecimiento para todos los adoradores, profetas y sacerdotes de Baal que recuerda el enfrentamiento de los dioses en el monte Carmelo, en 1 Reyes 18. Allí, Elías también había convocado a todos los sacerdotes de Baal y Asera en un solo lugar y también, a la vista de Acab, los había masacrado a todos (1 R. 18:40). Aquí, en 2 Reyes 10, Jehú no sólo destruye toda la casa de Acab, sino que también destruye lo que quedaba del sacerdocio de Baal que Acab había introducido en Israel (1 R. 16:31), y Jehová elogia a Jehú por ello (2 R. 10:30). Por lo que respecta a estas comparaciones, se pretende que veamos a Jehú como una figura que hace lo correcto a los ojos de Jehová al oponerse a la casa de Acab, al igual que había hecho Elías.
Pero si nos fijamos en que este capítulo presenta también otras historias repetidas, veremos que Jehú es algo más que un mero anti Acab; más bien, sigue trágicamente los pasos de Gedeón (el juez de Israel) y del hijo de Gedeón, Abimelec. Gedeón había hecho muchas cosas buenas por Jehová, sólo para apostatar al final de su vida. Mientras que Gedeón había erigido un efod que todo Israel adoraba (Jue. 8:27), Jehú restablece aquí el culto al becerro de oro de Jeroboam (2 Re. 10:29). Luego, mientras que Abimelec, el hijo de Gedeón, mató a los otros setenta hijos de su padre (Jue. 9:5), aquí Jehú mata a los setenta hijos de Acab (2 Re. 10:7). Ahora bien, Jehú ejecuta a los setenta hijos de Acab por la palabra de Jehová -no por traición, como en el caso de los asesinatos de Abimelec-, pero la repetición general de los patrones de las historias de Gedeón y Abimelec nos ayuda a subrayar un patrón de sus vidas que Jehú sigue: tenemos aquí a un líder que hace algunas cosas buenas, pero que se desvía en la dirección equivocada hacia el final de su vida.
Estas comparaciones no contradicen el significado directo de los relatos, sino que lo realzan y enriquecen. En conjunto, estos relatos demuestran que Israel no puede escapar a los patrones de sus líderes y gobernantes defectuosos, independientemente de que estén dirigidos por patriarcas, jueces o reyes. Los mismos destellos de esperanza se apagan una y otra vez por culpa de los mismos pecados.
En última instancia, estas comparaciones y analogías subrayan la necesidad de Israel de un mejor salvador, uno cuyos buenos logros pudieran escapar de los pecados descalificadores que habían atrapado a Israel una y otra vez. Jesús, por tanto, es el cumplimiento de los tipos y sombras del Antiguo Testamento. Donde Israel fracasó, Jesús triunfó, y donde Israel triunfó de forma limitada y durante un tiempo limitado, Jesús logró algo mejor y eterno.