Lecturas Bíblicas: Día 333 1 Crónicas 26–27 | 2 Pedro 1 | Miqueas 4 | Lucas 13 |
En 1 Crónicas 26, David asigna a un grupo de levitas no sacerdotales que no habían sido llamados al ministerio de la música para que sirvieran como porteros (1 Crón. 9:17-32). Aunque algunos de estos porteros eran meraritas (1 Cr. 26:19), el grupo principal se llama los coreítas (1 Cr. 26:1), es decir, los hijos de Coré, que fue el coatita que dirigió la rebelión contra Moisés en Números 16. Aunque su antepasado Coré había pecado gravemente contra Dios, estos han sido llamados a un lugar de privilegio al servir como guardianes de la casa de Dios. Sin embargo, la influencia de los coreítas va mucho más allá de las funciones de guardianes que desempeñaron hace miles de años. Ellos legaron los Salmos 42, 44-49, 84, 85, 87 y 88, salmos que la Iglesia atesora hasta el día de hoy.
Saber que los hijos de Coré se dedicaban a montar guardia en el templo nos ayuda a entender mejor por qué uno de estos guardianes escribió el Salmo 84, donde leemos: “¡Cuán amables son tus moradas, oh Jehová de los ejércitos! Anhela mi alma y aun ardientemente desea los atrios de Jehová; Mi corazón y mi carne cantan al Dios vivo. … Porque mejor es un día en tus atrios que mil fuera de ellos. Escogería antes estar a la puerta de la casa de mi Dios, Que habitar en las moradas de maldad.” (Sal 84:1-2.10). Son los porteros de la casa de su Dios, y se regocijan en el privilegio de morar a la sombra de ella.
Pero incluso el hecho de que los coreítas fueran porteros parece influir en su elección de temas en los salmos que escriben, de modo que con frecuencia describen a Jehová como su refugio, fortaleza y protección. Por ejemplo, tomemos el Salmo 46: “Dios es nuestro amparo y fortaleza, Nuestro pronto auxilio en las tribulaciones… Nuestro refugio es el Dios de Jacob.” (Sal. 46:1, 7, 11). O el Salmo 48: “En sus palacios, [del monte Sión], Dios es conocido por refugio.” (Sal 48:3). Así como las puertas donde servían los coreítas protegían el templo, así también el Señor mismo actúa como refugio y fortaleza para su pueblo.
Por eso es tierno que Jesús se describa a sí mismo como el verdadero pastor de las ovejas a quien el portero abre (Jn 10:3), así como la puerta misma por la que podemos entrar en la presencia de Dios y encontrar la salvación (Jn 10:7-18). La presencia de Jesús es mejor que mil días en otra parte, y es Jesús mismo quien nos sirve de refugio y fortaleza, y quien se erige en nuestro baluarte. Para todos los que estamos cansados y oprimidos, acudamos a Jesús, una ayuda muy presente para nosotros en tiempos de angustia, ahora y siempre.