Lecturas Bíblicas: Día 328 1 Crónicas 19–20 | 1 Pedro 1 | Jonás 3 | Lucas 8 |
Como ya hemos visto en nuestra lectura de 1 Crónicas, a veces el factor significativo de una historia no está tanto en los detalles incluidos como en los excluidos. En 1 Crónicas 17, vimos cómo el Cronista omitió la declaración sobre disciplinar al hijo de David con varas por su iniquidad. En nuestra lectura de hoy de 1 Crónicas 19-20, se vuelven a excluir deliberadamente varios detalles críticos.
Los relatos de 1 Crónicas 19 sobre cómo los amonitas avergüenzan a los siervos de David y cómo los israelitas responden derrotando a los amonitas en la batalla se encuentran también en 2 Samuel 10, y los detalles son en gran medida similares. Pero la primera historia que encontramos en 1 Crónicas 20 sobre la captura de Rabá no tiene lugar hasta el final de 2 Samuel 12, y la historia de la lucha con los filisteos no ocurre hasta 2 Samuel 21. Entonces, ¿qué historias de 2 Samuel 11-12 y 13-20 se salta el Cronista? De hecho, esos son los capítulos donde leemos sobre el pecado de David con Betsabé, así como la rebelión del hijo de David, Absalón. El relato de las Crónicas se salta por completo el gran pecado de David y las consecuencias de ese pecado.
Además, el relato de la batalla con los filisteos en 1 Crónicas 20 omite el detalle crítico de 2 Samuel 21 de que, durante la batalla, el envejecido rey David se cansa, por lo que Ishbi-benob intenta matarlo hasta que Abisai, hijo de Sarvia, acude al rescate de David. Después de aquella batalla, los hombres de David le juraron: “No saldrás más con nosotros a la batalla, no sea que apagues la lámpara de Israel” (2 Sam. 21:17). Mientras que 2 Samuel había ilustrado vívidamente las limitaciones de David, el relato de las Crónicas elimina cualquier sugerencia de que la lámpara de Israel pudiera apagarse.
¿Por qué? No es que el Cronista esté tratando de desinfectar la historia de David para presentar una versión históricamente revisada del David auténtico, pecador y débil. Por el contrario, la narración no está escrita para mirar hacia atrás, hacia David, sino para mirar hacia adelante, hacia la historia del Mesías venidero. El Cronista cuenta una historia diferente a la del autor de los libros de Samuel y Reyes, aunque utiliza las mismas historias para contar su relato.
Todo esto, pues, está escrito para anunciar la gloria de Jesucristo, que no caería en pecado y cuya lámpara nunca sería apagada, ni siquiera por la misma muerte. El reino de Jesús es como el reino de David, pero se extiende mucho más allá que el de David, de modo que la gloria de David queda reducida a nada ante la gloria inmaculada y eterna del reino de Jesucristo. Hermanos y hermanas, contemplen la historia del rey David de las Crónicas para que puedan contemplar allí a su verdadero Rey, el Señor Jesucristo.