Lecturas Bíblicas: Día 318 1 Crónicas 3–4 | Hebreos 9 | Amós 3 | Salmos 146–147 |
Como 1 Crónicas representa un recuento de la historia del pueblo de Dios hasta ese momento, David desempeña un papel fundamental y central desde el principio. Después de un capítulo en el que se resume la genealogía desde Adán hasta Abraham, y luego desde Abraham hasta Jacob, el autor de 1 Crónicas pasa inmediatamente a la genealogía que lleva hasta David en 1 Crónicas 2. En la lectura de hoy de 1 Crónicas 3, el narrador enumera los descendientes de David. Luego, en 1 Crónicas 4, la tribu de Judá se convierte en la primera tribu cuya genealogía se registra en este libro.
Ahora bien, no hay mucho drama narrativo ni tensión en las genealogías si las leemos por sí solas, aisladas del resto de la historia de la Biblia. Por otro lado, cuando comparamos la narración de la historia de Israel con las historias que ya hemos leído, empezamos a encontrar algunos detalles interesantes. Por ejemplo, consideremos que gran parte de la historia de la Biblia hasta este punto se centraba en Moisés, y sin embargo, no encontramos el nombre de Moisés en absoluto en los libros de Crónicas hasta 1 Crónicas 6, cuando su nombre aparece dos veces en las genealogías, mencionándose casi de pasada. Después de eso, su nombre aparece sólo unas pocas veces, y normalmente en referencia a la ley, por ejemplo, “como lo había mandado Moisés, conforme a la palabra de Jehová” (1 Crónicas 15:15).
Pero mientras que la historia de Moisés domina los libros desde Éxodo hasta Deuteronomio, David es el protagonista desde el principio y con frecuencia en los libros de Crónicas. De hecho, el único lugar en los libros de las Crónicas donde el nombre de Moisés desempeña un papel significativo es en 1 Crónicas 23, donde leemos cómo David remodela el culto establecido a través de la palabra de Moisés. Es decir, incluso cuando Moisés es importante, queda eclipsado por David.
Lo que empezamos a ver desde el principio de Crónicas es que el camino a seguir para el futuro de Israel tiene menos que ver con el estricto cumplimiento de la ley y más con la aparición de una nueva figura davídica. Por supuesto, Jehová había prometido explícitamente a David que establecería su trono para siempre (2 Sam. 7:16), y las Crónicas están escritas para reflejar esa realidad. Israel nunca fue capaz de redimirse mediante la observancia de la ley, por lo que la nación necesitará un Salvador que le asegure la redención, en su nombre: un rey del linaje de David. Incluso en las genealogías, esta promesa comienza a desarrollarse, y como veremos a medida que continuemos leyendo este libro, la historia de David tomará un papel aún más importante para apuntar hacia la Raíz de David y al León de la Tribu de Judá, Jesucristo mismo (Apoc. 5:5).