Meditación Bíblica para Números 34

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Lecturas Bíblicas: Día 145
Números 34 | Salmos 78:38–72 | Isaías 26 | 1 Juan 4

En Números 34, Jehová ordena a Moisés que prepare a Israel de dos maneras para entrar en la Tierra Prometida: en primer lugar, señalando los límites de la tierra que Israel habitaría y, en segundo lugar, nombrando un nuevo grupo de jefes tribales para Israel. Se acerca el momento en que Moisés moriría y también en que Israel tomaría posesión de la tierra que Dios había prometido darle en herencia.

Sin embargo, estos dos temas están estrechamente relacionados. El motivo de nombrar jefes entre cada una de las tribus de Israel es identificar a los hombres “que os repartirán la tierra en herencia” (Núm. 34:17). Así pues, Jehová identifica primero a los dos nuevos jefes de toda la nación: El sacerdote Eleazar y Josué, hijo de Nun. Luego, Jehová identifica a los líderes de cada una de las tribus de Israel, excepto las tribus de Rubén, Gad y la media tribu de Manasés, que ya han identificado su herencia al este del Jordán (Núm. 34:13-15).

Dividir la tierra para la herencia de Israel es una razón fascinante para nombrar jefes tribales, ya que es diferente de la razón dada en Números 1:4-5, 44 para nombrar jefes en la generación anterior. En aquel entonces, Jehová le dijo a Moisés que nombrara jefes entre cada una de las tribus de Israel para ayudar con el censo -y recuerde que el propósito del censo era ayudar a identificar a todos los hombres de Israel que podían ir a la guerra (Núm. 1:3, 26:2). Por lo tanto, los jefes tribales fueron nombrados específicamente para ayudar a levantar el ejército de Israel.

Aunque el pueblo de Israel libró algunas batallas durante su peregrinaje por el desierto en el libro de Números (14:39-45; 21:1-3, 21-30, 31-35; 25:16-18; 31:1-12), la verdadera guerra no comenzará hasta que entren en la Tierra Prometida. Y, sin embargo, la atención ya se ha desplazado a la herencia que había más allá de la lucha. Jehová les había prometido darles una herencia y, aunque tendrían que expulsar a los cananeos de la Tierra Prometida, Jehová pone sus ojos en el premio que tienen ante ellos, y no en la lucha.

Encontramos un eco de este principio en el libro de Efesios, donde Pablo abre su carta hablando no de nuestra guerra espiritual, sino de la herencia que ya hemos obtenido en Cristo, garantizada por el Espíritu Santo (Ef 1:11-14). Jesucristo mismo ha obtenido la victoria decisiva en la cruz, por lo que Pablo no detalla ni la naturaleza espiritual de nuestra lucha ni nuestra armadura hasta el final de la carta. Debemos luchar, pero nuestra victoria en Cristo está sentenciada.

Pongamos, pues, nuestros ojos no en la lucha, sino en el premio que se nos ofrece en Jesucristo.

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