Lecturas Bíblicas: Día 144
Números 33 | Salmos 78:1–37 | Isaías 25 | 1 Juan 3
En Números 33, vemos resumida toda la historia del pacto de Jehová con su pueblo, desde el día de su redención de la mano de Egipto (Núm. 33:3) hasta la misión que Jehová encomendó a su pueblo al borde del Jordán (Núm. 33:49), cuando se preparaban para entrar en la Tierra Prometida. Mediante este relato, Moisés recuerda a Israel la fidelidad de Jehová a lo largo de sus cuarenta años de peregrinación por el desierto.
Ahora, Jehová ordena a Moisés que encargue a Israel su misión en Canaán: Israel debía expulsar a los habitantes y destruir por completo los restos de falsa adoración de la tierra (Núm. 33:50-52). Después de tomar posesión de la tierra, recibirían su herencia según el tamaño de sus tribus (Núm. 33:53-54). Pero Jehová cierra este pasaje con una advertencia: si su pueblo no logra expulsar a los habitantes de la tierra, esos habitantes serían una espina clavada en el costado de Israel, y Jehová llega incluso a decir lo siguiente: “Y haré con vosotros lo que pensaba hacer con ellos” (Núm. 33:56), es decir, Jehová expulsaría a Israel de la Tierra Prometida.
La razón por la que Jehová habla tan en serio es que sabe lo rápido que Israel podría desviarse de su camino si no expulsa de la tierra a los extranjeros y a sus falsos dioses. Y, a medida que continuamos leyendo esta historia, descubrimos que Jehová tenía toda la razón en sus advertencias: el pueblo no lograría expulsar completamente a los habitantes de la tierra (Jue. 1:27-2:5), lo que iniciaría un ciclo dentro de Israel de apostasía idólatra, sometimiento a potencias extranjeras, redención cuando Jehová levantara nuevos líderes para salvar a su pueblo, y luego vuelta a la apostasía tras la muerte de esos líderes. Sólo después de que Israel hubiera sido totalmente aplastado, conquistado por completo y sometido a la bota de Roma, Dios enviaría a su Hijo al mundo, no para que fuera un líder carismático más que salvara al pueblo de Dios durante una temporada, sino para que entregara su vida a fin de salvar a su pueblo para toda la eternidad.
Si estás en Cristo, ésta es tu historia. Esta es tu redención, cuando Jehová te sacó de tu esclavitud al pecado y a la muerte, y esta es la herencia que te ofrece: nada menos que la unión eterna con el mismo Señor Jesucristo. Predícate esta historia una y otra vez para recordarte la fidelidad de Dios hacia ti por medio de su Hijo, no sólo para que te mantengas vigilante para hacer morir los últimos vestigios de pecado en tu vida (Rom. 8:13), sino también para que te renueves con la esperanza de que Jehová será fiel para completar la buena obra que comenzó en ti (Fil. 1:6).