Lecturas Bíblicas: Día 132
Números 21 | Salmos 60–61 | Isaías 10 | Santiago 4
Como si ya hubieran olvidado que acababan de provocar que Moisés se descalificara a sí mismo para entrar en la Tierra Prometida en Números 20, el pueblo de Israel vuelve a caer en sus viejos hábitos, diciendo a Moisés: “¿Por qué nos hiciste subir de Egipto para que muramos en este desierto? Pues no hay pan ni agua, y nuestra alma tiene fastidio de este pan tan liviano.” (Núm. 21:5).
Jehová había sido paciente con sus quejas sobre las provisiones en el desierto, pero ahora envía serpientes ardientes que muerden al pueblo. Hasta entonces, Dios les había asegurado la vida, y ahora les envía un instrumento de muerte. A su favor, el pueblo clama a Moisés, reconociendo su pecado y pidiéndole que interceda ante Jehová para que les quite las serpientes de en medio (Núm. 21:7).
La respuesta de Jehová es misericordiosa en dos sentidos. En primer lugar, ordena a Moisés que haga una imagen de bronce de una serpiente y la levante a la vista de todo el pueblo, explicando que “todo el que sea mordido, cuando la vea, vivirá” (Núm. 21:8). Al contemplar esta serpiente de bronce, el pueblo de Israel se curó del veneno de la serpiente.
En segundo lugar, Jehová sigue proveyendo a su pueblo, y leemos que, a medida que el pueblo avanzaba, llegaron a un pozo llamado Beer, donde Jehová dijo a Moisés: “Reúne al pueblo para que yo les dé agua” (Núm. 21:16). Los israelitas, en lugar de mirar con desprecio el regalo que Jehová les hace, responden con gratitud entonando una canción para conmemorar la ocasión (Núm. 21:17-18).
El Nuevo Testamento nos anima a leer historias como ésta para reconocer que Jehová fue realmente misericordioso con su pueblo, pero que su gracia era de carácter temporal. Aunque Jehová proveyó de agua a su pueblo en el desierto, y aunque los sanó cuando miraron a la serpiente de bronce, los israelitas siguieron cayendo muertos en el desierto, de modo que ninguno de ellos entró en la tierra prometida, salvo Josué y Caleb.
Sin embargo, las intenciones de Jehová nunca fueron puramente temporales. En Números 21, la intención última de Jehová era preparar el terreno para la llegada de un redentor y sanador mayor que Moisés. Jesús, en su conversación con Nicodemo, explica esto: “Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.” (Juan 3:14-15).
Y al mirar hoy al Hijo del Hombre, que fue levantado en la cruz por nosotros, Jehová nos sana de la maldición que heredamos por el veneno de las mentiras de la serpiente en el Jardín del Edén, y por la justicia de Cristo, Dios nos capacita para entrar con Él para siempre en su Tierra Prometida.