Lecturas Bíblicas: Día 70
Éxodo 22 | Juan 1 | Job 40 | 2 Corintios 10
Éxodo 22:31 podría ser el versículo más interesante de todo el capítulo: “Estaréis consagrados a mí. Por eso no comeréis carne desgarrada por las fieras en el campo; se la echaréis a los perros“. A veces es difícil imaginar por qué Jehová pone tanto énfasis en los alimentos que comía Israel -por no mencionar otros énfasis de la ley que llaman la atención-, pero aquí tenemos una explicación: comer alimentos contaminados contamina a quien los come. Y puesto que Israel está consagrado (santo) a Jehová, es inaceptable que se contamine de esta manera.
Nunca se pretendió que la ley tratara de tecnicismos, trivialidades o minucias. Por el contrario, la ley refleja el peso de la santidad de Jehová mismo, y se da para que Israel pueda vivir su condición de pueblo consagrado de Dios.
Aquí, en Éxodo 22, Dios quiere volver a morar con su pueblo, la misma misión que ha perseguido desde que expulsó a Adán y Eva del Jardín del Edén cuando pecaron. Jehová ya les ha visitado, guiándoles como columna de nube de día y columna de fuego de noche, y ahora se acerca a su pueblo en el monte Sinaí en todo el esplendor de su santidad, con el estallido de los truenos y los relámpagos y en una espesa nube de humo que descansa en la cima de la montaña.
Sin embargo, incluso aquí Jehová es demasiado santo para que el pueblo se le acerque, por lo que ordena que Israel se consagre y prohíbe al pueblo tocar el monte (Ex. 19:9-25). Por un lado, Jehová desea desesperadamente estar con su pueblo, pero por otro, la santidad de Jehová consumiría al pecador Israel en un segundo si se acercase a su presencia.
Entonces, ¿cómo es posible que esto funcione? ¿Cómo sobrevivirá Israel si Jehová se acerca a morar con ellos?
Israel sobrevivirá obedeciendo la ley en su santidad. Esta ley es dada para su protección, para esbozar la santidad que se requiere de ellos con el fin de que Dios pueda habitar en medio de ellos.
Por supuesto, como cristianos que ya han escuchado el resto de la historia, sabemos que Israel no será capaz de cumplir toda esta ley, y este sistema acabará desmoronándose por completo. Jehová extiende una amplia gracia para compensar las deficiencias de Israel a lo largo del camino, pero en última instancia no puede morar con su pueblo de forma permanente según los términos de este acuerdo particular.
En cambio, para que Jehová pueda habitar en medio de su pueblo, debe resolver su problema de pecado mediante su propia santidad, no la de ellos. Por medio de su propio Hijo, el Señor Jesucristo, Jehová hará santo a su pueblo, como él es santo.
Así que, aunque esta ley es un paso para asegurar la morada santa y eterna de Jehová en medio de su pueblo, la ley no es la última palabra: Jesús lo es.