Meditación Bíblica para Josué 20-21

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Lecturas Bíblicas: Día 195
Josué 20–21 | Hechos 1 | Jeremías 10 | Mateo 24

En Josué 20-21, leemos acerca de las moradas asignadas a la tribu de Leví. Es importante destacar que seis de las cuarenta y ocho ciudades que habitarían los levitas servían como ciudades de refugio para el homicida que hubiera matado a una persona involuntariamente: Cedes, Siquem, Hebrón, Beser, Ramot y Golán (Núm. 35:6-34; Dt. 19:1-13; Jos. 20:7-8, 21:41). Pero más allá de las ciudades de refugio, estos capítulos ilustran dos importantes principios teológicos. En primer lugar, los levitas vivían en ciudades de la herencia dada a las otras tribus israelitas. Estas cuarenta y ocho ciudades no eran técnicamente la herencia de los levitas, sino simplemente sus moradas. En segundo lugar, la razón por la que los levitas no recibieron herencia fue que Jehová había dado a la tribu de Leví una herencia aún mayor: el sacerdocio (Jos. 18:7).

Hay aquí una fascinante interacción de diversos dones y llamados en la nación de Israel. Por un lado, a los sacerdotes se les había dado acceso directo a Jehová en su santa vocación de ministrar dentro del tabernáculo. Pero, por otro lado, las otras tribus de Israel tenían que mantener a los levitas con sus propias herencias, dándoles ciudades y tierras de pastoreo en las que habitarían.

En el nuevo pacto, sólo tenemos un sacerdote que media entre Dios y nosotros, es decir, nuestro gran sumo sacerdote, el Señor Jesucristo (Heb. 4:14). Es Jesús quien está sentado a la diestra del Padre, intercediendo por nosotros en la sala del trono de Dios, alegando los méritos de su propia sangre y justicia (Rom. 8:34; Heb. 7:25). Por medio del sacerdocio de Jesús, tenemos acceso directo al Padre (Rom. 5:2; Ef. 2:18).

Dios ha designado pastores y ancianos no para mediar entre nosotros y Dios, sino para guiarnos espiritualmente en la iglesia (Tit. 1:5-9; Heb. 13:17; 1 Ped. 5:1-5). Estamos llamados a apoyar económicamente a nuestros pastores para darles libertad de preocupaciones y ocupaciones mundanas mientras nos ministran (1 Co. 9:8-11; 1 Ti. 5:17-18), pero el Nuevo Testamento deja claro que no tienen mayor acceso a Dios que cualquier otra persona.

Todos estamos en pie para heredar a Cristo juntos, pero Dios misericordiosamente nos ha dado ancianos para servir como pastores bajo nuestro Buen Pastor, Jesucristo. Por lo tanto, obedezcan a los ancianos que Dios les ha dado y sométanse a ellos, tal como los israelitas fueron llamados a hacer con los sacerdotes que Jehová había nombrado de la tribu de Leví.

Pero, regocíjense en sus mayores privilegios: a diferencia de los israelitas que no eran levitas, ustedes tienen acceso directo a su Padre celestial en los lugares santos a través de su gran sumo sacerdote. Por lo tanto, acérquense a Dios por medio de Jesucristo en un solo Espíritu (Ef. 2:18; Heb. 10:19-25).

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