Lecturas Bíblicas: Día 37
Génesis 39 | Marcos 9 | Job 5 | Romanos 9
Tras el breve paréntesis de la lectura de ayer, cuando leímos sobre Judá y Tamar, Génesis 39 nos devuelve a la historia de José. En este capítulo, el narrador retoma la historia donde la dejó al final de Génesis 37, donde supimos que José había sido vendido a un egipcio llamado Potifar, capitán de alto rango de la guardia del faraón (Gen. 37:36).
En la lectura de hoy, vemos que José se ha ganado rápidamente el favor de Potifar, al igual que José había gozado del favor de su padre, Jacob. Cuando Potifar ve lo mucho que Jehová bendijo a José, pone a José a cargo de todo lo que tenía en toda su casa, y Jehová bendice la casa de Potifar por causa de José (Gen. 39:3-6).
No debemos pasar por alto tan rápidamente estas descripciones de la labor de José, pues vemos aquí un claro modelo de cómo debemos comportarnos en el mundo. Así como Dios ordenó a los israelitas exiliados que buscaran el bienestar de Babilonia en su cautiverio en Jeremías 29:7, aquí vemos a José buscando el bienestar de su dueño egipcio.
Dondequiera que Dios nos llame a servir -incluso y especialmente si nuestro servicio es en circunstancias menos que ideales- Dios nos llama a servir a nuestros patrones como si estuviéramos sirviendo a Dios y no a un hombre (Ef. 6:5-8; Col. 3:22-23). Debemos procurar su bienestar, porque trabajando por su bienestar encontraremos nuestro bienestar (Jer. 29:7). Y más que eso, honramos a Dios sirviendo bien a nuestros empleadores. José ciertamente honró a Dios en la forma en que sirvió a Potifar.
Pero el enfoque principal de esta historia recae en la única cosa que Potifar le negó a José: su esposa. Una y otra vez, la mujer de Potifar intentó seducir a José, y cuando éste se negó, ella acudió a su marido alegando falsamente que José había intentado violarla. Esta falsa acusación enfurece a Potifar, y éste encarcela a José. ¿Qué podemos aprender de todo esto?
Pues bien, en la meditación de Génesis 37, hablamos de cómo José nos ofrece una hermosa tipología de lo que Jesús llegaría a ser, y esta historia no es la excepción. Así como José fue acusado falsamente y castigado por el pecado de otro, aunque él mismo era justo, así también el Señor Jesús sería acusado falsamente, sufriendo el castigo por los pecados de otros: tus pecados y mis pecados. Aunque era justo, Jesús fue hecho pecado por nosotros en la cruz.
Y así como José no pudo ser derrotado por la cárcel, sino que se ganó el favor del carcelero, tampoco Jesús pudo ser retenido prisionero por la tumba. En la lectura de mañana, empezaremos a ver cómo José sale victorioso de la cárcel, igual que Jesús se levantó victorioso de la tumba.