Lecturas Bíblicas: Día 55
Éxodo 7 | Lucas 10 | Job 24 | 1 Corintios 11
Mientras Jehová ayuda a Moisés a recomponerse antes de enfrentarse de nuevo al faraón, repite una extraña promesa de Éxodo 4:21: “Y yo endureceré el corazón de Faraón, y multiplicaré en la tierra de Egipto mis señales y mis maravillas. Y Faraón no os oirá” (Éx. 7:3-4). La promesa de Jehová de endurecer el corazón del faraón plantea múltiples cuestiones que afectan profundamente a la teología bíblica.
Para empezar, debemos señalar que el significado de “endureceré el corazón del faraón” es directo. Jehová habla sin rodeos: hará que el faraón endurezca su decisión de no obedecer la palabra de Dios dejando marchar a Israel. Jehová es soberano, capaz de influir en las decisiones de las personas más poderosas del mundo. Proverbios 21:1 es instructivo a este respecto: “En las manos del Señor el corazón del rey es como un río: sigue el curso que el Señor le ha trazado” (NVI).
Así pues, la pregunta más apremiante es ésta: ¿Por qué querría Jehová endurecer el corazón del faraón? Esta es, por supuesto, una pregunta más difícil de responder, pero Jehová da su propia explicación en Éxodo 9:16: “Y a la verdad yo te he puesto para mostrar en ti mi poder, y para que mi nombre sea anunciado en toda la tierra“. Es importante entender que faraón no es inocente en todo esto. Se ha exaltado blasfemamente contra Jehová, el Creador del cielo y de la tierra. De este modo, al endurecer el corazón del faraón, Jehová demostró a todas las naciones del mundo que sólo él es Dios.
Pero, ¿qué hay de todos los lugares donde la Escritura nos dice que el corazón del Faraón “se endureció” (por ejemplo, Éx. 7:13, 7:14, 7:22, 8:16, 9:7) o donde el Faraón endureció su propio corazón (por ejemplo, Éx. 8:15, 8:32, 9:34)? De hecho, aquí hay un misterio en el que no podemos ver muy profundamente. Jehová insiste en que endurece el corazón del faraón, pero al mismo tiempo, el faraón no es una marioneta pasiva en manos de Dios. Por el contrario, el Faraón es culpable de su propio pecado de endurecer su corazón contra Jehová. Dios es soberano incluso sobre nuestro pecado, pero al fin y al cabo, somos responsables de las formas en que rechazamos a Dios y su palabra.
Esta meditación no ofrece espacio suficiente para desentrañar todas las implicaciones de la soberanía de Dios con la responsabilidad humana, pero deberíamos salir de pasajes como Éxodo 7 con este pensamiento: Los caminos de Dios son más altos que nuestros caminos, y sus pensamientos son más altos que nuestros pensamientos. Él hace lo que quiere en el cielo y en la tierra, pero no puede pecar, y nunca es el autor del pecado de nadie.
Además, oigan los que tengan oídos para oír: no endurezcáis vuestro corazón contra Jehová. Él es soberano sobre tu corazón, pero de ningún modo su soberanía reduce tu propia responsabilidad de responder al Evangelio de Jesucristo con fe, amor y obediencia.