Meditación Bíblica para Génesis 47

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Lecturas Bíblicas: Día 45
Génesis 47 | Lucas 1:1–38 | Job 13 | 1 Corintios 1

Como comentamos ayer, los últimos capítulos del Génesis preparan la historia que leeremos en el Éxodo: la historia de la redención de Dios de su pueblo, que constituye el núcleo del resto de las Escrituras. Génesis 47 describe tres acontecimientos clave que sientan las bases de la historia que leeremos en Éxodo.

En primer lugar, Dios establece a su pueblo en Gosén. José hace gala de su sabiduría característica al guiar al faraón para que establezca a la nación de Israel en la tierra de Gosén, que era una tierra adecuada para los pastores. Gosén es una buena tierra, aunque no es Canaán.

En segundo lugar, Dios utiliza el liderazgo administrativo de José para poner una increíble cantidad de poder y riqueza en manos de Egipto, convirtiendo a Egipto en la nación más poderosa del mundo conocido. Ante la disyuntiva de morir de hambre o renunciar a sus tierras, el pueblo de Egipto (e incluso la gente que vive en todo Canaán) entrega voluntariamente su ganado y sus tierras al faraón a cambio de alimentos (Gen. 47:13-19). En el camino, todos estos pueblos se convierten en siervos del faraón, arando sus campos y pagando al faraón un alto impuesto con sus cosechas (Gen. 47:21, 23-26).

Hay una ironía significativa en esta arista de la trama. En el Éxodo, el faraón se jactará como si él mismo hubiera construido su imperio, su poder y su riqueza. Por eso, cuando Moisés se presenta ante el faraón alegando que el Dios del pobre y oprimido pueblo hebreo le ha dicho que deje marchar a Israel, el faraón se burla de su petición.

Pero en Génesis 47, nos damos cuenta de que la fuente de la riqueza y el poder del faraón es en realidad José, hijo de Israel y siervo del Dios vivo. Todo lo que tenía el faraón era un don de Dios, a pesar de que el faraón lo veía como una prueba evidente de su propio poder y gloria.

De la misma manera, puede ser un ejercicio revelador para nosotros analizar las bendiciones que hemos recibido de la mano de Dios para así descubrir los momentos en los que hemos atribuido erróneamente los dones de Dios como si fueran pruebas de nuestras propias habilidades, bondad y esfuerzo.

En tercer lugar, cuando Jacob pide que sus huesos sean enterrados en Canaán, Dios establece la esperanza de que el pueblo de Israel sólo vivirá temporalmente en la tierra de Egipto. Aunque vivirán en Egipto durante un tiempo, Jacob confía en que Dios será fiel para cumplir su promesa y devolver a toda la nación de Israel a la herencia que Él había prometido a Abraham, a Isaac y a Jacob.

Así que, mientras tú también peregrinas por este mundo, te planteo una pregunta: ¿Tu esperanza está puesta en las bendiciones de tu Gosén o, como Jacob, en el hecho de que un día Dios te llevará a la herencia eterna que te ha prometido en Cristo Jesús?

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