Meditación Bíblica para Génesis 45

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Lecturas Bíblicas: Día 43
Génesis 45 | Marcos 15 | Job 11 | Romanos 15

Me gusta imaginar lo que debió de pasar por la mente de los hermanos de José cuando éste se reveló ante ellos. Lo único que se nos dice directamente es que “sus hermanos no pudieron responderle, porque estaban turbados delante de él.” (Gen. 45:3). ¿En qué podían estar pensando cuando descubrieron que el hermano al que habían querido matar -el hermano al que habían vendido como esclavo- se había convertido en la segunda persona más poderosa del mundo, sentado a la derecha del mismísimo Faraón?

Pero antes de que puedan serenarse para formular una respuesta, José les asegura su perdón, explicándoles que todo lo que habían hecho formaba parte del plan de Dios de enviar a José a Egipto para preservar un remanente en la tierra durante la hambruna (Gen. 45:4-8). Es aquí donde comprendemos una parte de cómo José pudo mirar más allá de las ofensas de sus hermanos para perdonarlos: comprendió que todo lo que le había sucedido estaba completamente bajo el control de su Dios soberano, de modo que su vida no había sucedido por casualidad, sino según los propios propósitos de Dios. Profundizaremos en este concepto cuando lleguemos a Génesis 50, cuando José amplíe esta idea.

Ciertamente, los hermanos de José debieron sentirse abrumados por la culpa y la vergüenza cuando la persona contra la que más habían pecado en toda su vida se presentó ante ellos. Pero también debieron de sentir mucho miedo. Habían ocultado su pecado durante mucho tiempo, pero ahora su pecado era expuesto por su víctima, un hombre que ahora tenía el poder de castigarlos de la manera que quisiera.

En muchos sentidos, esta escena prefigura el sermón de Pedro el día de Pentecostés, cuando Pedro había anunciado esta sombría realidad: “Sepa, pues, ciertísimamente toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo.” (Hch 2,36). Cuando la gente se enteró de lo que habían hecho, leemos que “se compungieron de corazón“, preguntando: “Hermanos, ¿qué haremos?” (Hch 2,37). Al igual que los hermanos de José, se dieron cuenta de que el Jesús al que habían traicionado y ejecutado estaba sentado a la derecha de su Padre en el cielo, habiendo sido vindicado de su muerte al ser nombrado Señor y Cristo.

Crucificaron a ese Jesús.

Pero el evangelio según José predice con exactitud la sustancia de las buenas nuevas del evangelio de Jesús. Aunque mi pecado hizo que Jesús sufriera y muriera en la cruz en mi lugar, de manera que yo crucifiqué a Jesús con mi pecado y mi rebelión contra la santidad de Dios, Jesús, sin embargo, me extiende el perdón, la misericordia y la gracia a mí, pecador.

Así como José abrió sus brazos a los hermanos que habían pecado contra él, Jesús también me abre a mí -y a ti- toda la gloria del cielo.

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