Lecturas Bíblicas: Día 10
Génesis 11 | Mateo 10 | Esdras 10 | Hechos 10
Podría decirse que Génesis 11 describe el segundo punto más bajo de la humanidad en toda la Biblia, con la única excepción de los tres días en que Jesús yació muerto en la tumba. Vimos a Adán y Eva expulsados de la comunión íntima y directa con Dios en el Jardín del Edén en Génesis 3. Luego, Caín asesinó a su hermano Abel en Génesis 4. Después de eso, vimos la línea piadosa de Set (los hijos de Dios) mezclándose con la línea malvada de Caín en Génesis 6, lo que llevó a que Dios retirara su Espíritu Santo de la humanidad, una situación tan malvada que Dios se vio obligado a destruir el mundo con un diluvio en Génesis 7-8.
Pero si puedes creerlo, la situación en Génesis 11 empeora aún más.
Ominosamente, leemos que todo el pueblo se reunió en la tierra de Sinar (Génesis 11:1). Si conocemos el resto de la Biblia, esto debería llamar nuestra atención, porque Sinar es la tierra donde existe la ciudad de Babilonia (Dan. 1:2). De hecho, aquí en Génesis 11 aprendemos de dónde le viene dicho nombre a Babilonia: del juicio de Dios en forma de una lengua confusa que sonaba como “Babel” (Gen. 11:9)1.
Este es nuestro primer encuentro con Babilonia, la gran enemiga del pueblo de Dios a lo largo de las Escrituras2. No leemos sobre la final destrucción y la caída de Babilonia hasta Apocalipsis 18, donde se marca la victoria decisiva de Dios inmediatamente antes del establecimiento de los nuevos cielos y la nueva tierra.
Pero ya aquí, en Génesis 11, vemos el comienzo de esa rebelión en personas que pretenden construirse una torre que llegue hasta el cielo para hacerse un nombre. No nos equivoquemos, están afirmando su igualdad con Dios al construir una estructura que llegue hasta el mismo cielo. En consecuencia, Dios juzga su arrogancia fragmentando su lengua y esparciéndolos por la tierra. Este juicio no se revierte hasta el día de Pentecostés, cuando los apóstoles predican el Evangelio en las lenguas de todos los diversos grupos de personas que se encontraban en Jerusalén con motivo de la fiesta (Hechos 2:5-12).
Lo que hace que esta situación sea tan grave es el hecho de que este es el último punto en el que Dios trata de forma general con todos los pueblos. Al dispersarlos por toda la tierra, Dios hace casi imposible una salvación general y común.
Casi imposible.
La esperanza llega al final de Génesis 11, donde leemos sobre los descendientes de Taré, incluyendo a un hombre llamado Abram. Como veremos en el próximo capítulo, el plan de Dios es salvar al mundo no tratando con el mundo en general, sino levantando a un hombre a través del cual Dios bendeciría a todas las familias de la tierra.
Por medio de Abram, Dios promete levantar la descendencia que finalmente aplastaría la cabeza de la serpiente (Gen 3:15): la simiente de la mujer, pero también la simiente de Abraham: Jesucristo (Gal. 3:16).
Notas al pie