El rol del cristiano en la Batalla Cultural

Mano deteniendo la caída de las fichas - Imagen tomada de Pixabay

Hoy en día, somos testigos del gran avance tecnológico y productivo que la humanidad ha logrado, y cada día vemos que incluso avanza con mayor rapidez, confirmando la habilidad que tiene el ser humano para crear y aprovechar los recursos, reflejando así el carácter creador de nuestro Dios. Sin embargo, al mismo tiempo y en una velocidad incluso mayor también somos testigos del deterioro moral de la sociedad y la falta de sentido y propósito en la vida.

Esta pérdida de valores que estamos viviendo, es el resultado de las ideas de hombres  como Jean- Jacques Rousseau, Albert Camus, Friedrich Nietzsche, Jacques Monod, Francis Crick,  B.F Skinner, Simone de Beauvoir y Jean Paul Sartre, quienes promovieron la educación de los hijos por parte del estado, la idea del superhombre, la abolición del hombre autónomo, la manipulacion genética, el feminismo radical, el derecho al aborto y la anhelada búsqueda de la libertad individual sin tener en cuenta los estatutos morales tradicionales de la sociedad.

Cada una de estas ideas, se han ido propagando gradualmente a través del arte, las ciencias, la política, los medios de comunicación y las universidades, logrando dominar el pensamiento de la cultura actual. Trayendo como resultado que hoy nos hállenos en una cultura secularizada, sin ningún temor por Dios y  que ha perdido todo límite ético al permitir el  avance de estas ideas dañinas  para  la sociedad.

Es tal el impacto de estas ideas, que ya en Colombia estamos viendo las consecuencias. Por ejemplo, la aprobación del “matrimonio homosexual” en el año 2016, la despenalización del aborto hasta las 24 semanas sin ninguna restricción y la despenalización del  suicidio asistido. Estás son algunas de las consecuencias que dejan en evidencia el deterioro de la familia y el poco respeto que se tiene por la vida humana.

Podemos ver que la  cultura moldea la sociedad, ya que es el conjunto de ideas, valores y principios que se transmiten de una generación a otra, influyendo  en el comportamiento y costumbres de las personas. Por tanto, la batalla cultural no es más que la lucha por las ideas que prevalecen en una sociedad.

Como creyentes nos hemos aislado en las iglesias creando una fortaleza anticultural, con la falsa idea de que todo lo que está fuera de la iglesia es malo y debemos apartarnos de ello. Hemos dejado de involucrarnos en todo lo que concierne a las artes, los medios de comunicación, las discusiones o debates  sobre temas  científicos, políticos e incluso hasta religiosos.  Cediendo el terreno para que principios y valores anticristianos influyan en el pensamiento actual. Y permitiendo que los valores judeocristianos, que dieron forma a la sociedad occidental, queden olvidados. 

El creyente no puede aislarse del mundo que lo rodea, porque ese no es el diseño de Dios para nuestras vidas, Él creó al hombre con el propósito de llenar la tierra de Su Gloria, pues sólo el hombre al ser portador de la imagen de Dios puede hacerlo. Se nos ha pedido que llenemos la tierra con los de nuestra propia especie y la acondicionemos para los nuestros.  Por consiguiente, debemos  seguir contribuyendo al desarrollo de la creación, el cual es de naturaleza social y cultural. Esto  es lo que se le conoce como el mandato cultural el cual encontramos en génesis.

Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra”. Génesis 1:28.

Así que,  cuando dejamos de involucrarnos con la cultura, estamos dejando de hacer aquello para lo cual hemos sido creados.

No podemos negar que después de la caída el pecado  pervirtió  la imagen de Dios en el hombre y condenando al resto de la creación. Por lo que,  fue necesario que Dios se encarnara con el fin de  restaurar Su imagen en el hombre  y reconciliar al mundo consigo mismo a través de la vida y obra de nuestro Señor Jesucristo. Es por eso que ahora recibimos un  segundo mandato, que se conoce como la gran comisión.

Y Jesús se acercó y les habló diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra.  Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo;  enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén.” Mateo 28:18-20.

Este no invalida el primer mandato, sino que muestra el gran valor que tiene la creación para Dios, que estuvo dispuesto a encarnarse para salvarla y capacitarnos para seguir involucrándolos en ella para traer gloria a Su nombre.

Por eso esta tan importante que la iglesia no olvide su misión en este mundo. En la metáfora de la  sal y la luz del mundo que encontramos en el sermón del monte, Jesús hace una afirmación de lo que el creyente es para el mundo y la sociedad.   Él dice que así como la sal era usada para conservar los alimentos  impidiendo su  deterioro, de esa misma forma el creyente tiene la responsabilidad de ser la sal que este mundo necesita para detener y evitar su deterioro moral, y  asi  como la luz  sirve para disipar las tinieblas y guiar nuestros caminos en medio de  lugares oscuros, así mismo el creyente es la luz de este mundo,  que a través de la proclamación  de la verdad deja al descubierto las mentiras que este mundo ha creído y nos guía al único camino para llegar a la verdad, Cristo Jesús!!. así que no tratemos de ocultar nuestra luz, sino más bien obedezcamos las palabras de cristo ¨ dejad que vuestra luz brille.

John Stott en su libro El Sermon del Monte dice lo siguiente con respecto a cómo debe  un creyente comportarse  para ser sal y luz : “los creyentes deberíamos tomar una posición decidida a favor de lo que es verdadero, bueno y decente, sea en nuestro vecindario, en nuestra universidad, profesión o negocio, o en la esfera más amplia de la vida nacional, incluyendo los medios de información”. De esta forma el creyente podrá ser una influencia positiva para la cultura. Pero si insistimos en quedarnos en el salero en vez de impactar la sociedad, solo podemos esperar ser echado fuera y pisoteados  por el mundo.

Por lo tanto, no debemos permitir que las ideas anticristianas que están dominando la cultura sigan avanzando, ni debemos seguir cediendo terreno. Más bien,  debemos hacerle frente con el poder de la palabra de Dios, pues a pesar del daño que estas ideas pueden estar causando a nuestras sociedades, jamás podrán detener el avance del reino de Dios, el cual ocurre cuando Su palabra es predicada y aplicada  con fidelidad.  Ella tiene el poder de transformar la familia, el trabajo, la educación, la política, las leyes  y el arte ; transformando así culturas enteras.

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