Lecturas Bíblicas: Día 360
2 Crónicas 31 | Apocalipsis 17 | Zacarías 13 | Juan 16
Mientras estudiábamos la historia del rey David en 1 Crónicas, uno de los temas principales (un tema que no encontramos en los relatos de David en los libros de Samuel) tenía que ver con la reorganización de los levitas para que sirvieran como cantores, músicos, porteros y funcionarios de la tesorería. De este modo, David se convirtió en un nuevo legislador que prefiguraba la venida de su propio y más importante Hijo, el Mesías. Por esta razón, leer en 2 Crónicas 31 que Ezequías también reorganiza a los sacerdotes debería sorprendernos. Después de un gran renacimiento que comenzó con la Pascua defectuosa (pero obediente de todo corazón), como leímos ayer, todo el pueblo de Judá se dirigió a derribar las columnas, a cortar los bosques y a derribar los lugares altos y los altares en Judá, Benjamín, Efraín y Manasés, “hasta destruirlos a todos” (2 Crónicas 31:1). No se trata de la obra de unos pocos fanáticos, sino que leemos que “todo Israel” (2 Cr. 31:1) participa en esta limpieza y reforma.
Cuando el pueblo termina de limpiar la nación de la idolatría, Ezequías ordena al pueblo que vive en Jerusalén que traiga sus diezmos y contribuciones al templo (2 Cr. 31:4), pero luego la noticia de esa orden se extiende a todo el pueblo de Dios que vive también fuera de Jerusalén (2 Cr. 31:5-6). Esas personas contribuyen con diezmos y ofrendas en abundancia, de modo que los donativos se amontonan (2 Cr. 31:7-8). Para manejar esta increíble generosidad, Ezequías ordena a los levitas que construyan depósitos para almacenar las ofrendas, y luego asigna a algunos levitas la tarea de recibir, administrar y repartir esas ofrendas para proveer a los levitas (2 Cr. 31:11-19; cf. Núm. 18). Sus corazones son transformados por la adoración, de modo que el pueblo provee ricamente a los sacerdotes y levitas que dependen de estas contribuciones para su sustento.
En parte, esta historia de Ezequías nos vuelve a dar una idea de quién sería el gran Hijo de David: un hombre que guiaría al pueblo de Dios hacia la adoración de todo corazón y la generosidad piadosa. Además, la narración de Ezequías en este capítulo está escrita para que miremos más allá de él y profundicemos nuestra anticipación de la venida de Jesucristo. Sin embargo, no deberíamos centrarnos tanto en la prefiguración en este pasaje como para pasar por alto el vínculo entre la adoración y la generosidad. La reforma de la adoración no deja a estos israelitas endurecidos y legalistas, listos para apagar la alegría dondequiera que la encuentren. Más bien, la reforma de la adoración y la generosidad alegre y liberal surgen de la misma fuente: personas que han sido transformadas por la gracia de Dios. De hecho, cuanto más profundamente reflexionemos sobre la gracia de Dios demostrada en Jesucristo, más profundamente deberíamos ser transformados hacia una profunda generosidad, y la adoración pura es el combustible de ese fuego.
¿Transforma así la adoración tu corazón?