Lecturas Bíblicas: Día 349
2 Crónicas 17 | Apocalipsis 6 | Zacarías 2 | Juan 5
Cronológicamente, cuando leemos sobre el reinado del rey Josafat en 2 Crónicas 17, estamos en el punto de la historia en el que el libro de 1 Reyes empieza a dedicar mucho tiempo a los ministerios proféticos de los profetas Elías y Eliseo, dos de los profetas más grandes de la historia de Israel. Conocimos a Elías en 1 Reyes 16 y leímos sobre su ministerio -y especialmente sobre sus enfrentamientos con el malvado rey Acab- durante varios capítulos antes de conocer a Josafat. Luego, sólo leemos dos breves pasajes sobre Josafat: uno en 1 Reyes 22 y otro en 2 Reyes 3.
El Cronista, sin embargo, adopta el enfoque exactamente opuesto, saltándose por completo a Elías y Eliseo y dedicando cuatro extensos capítulos a Josafat. Esto se debe en parte a que estos libros de Crónicas están dirigidos al pueblo de la tribu de Judá que regresó del exilio en Babilonia1 , y en parte al hecho de que Josafat es un hijo de David que, como los demás reyes piadosos de Judá, anticipa al Hijo mayor de David, Jesucristo. Josafat no es perfecto, como discutiremos en la meditación de mañana, pero en el relato que encontramos hoy en 2 Crónicas 17, Josafat reforma la adoración en Judá como otros reyes piadosos que vinieron antes y después de él (2 Crónicas 17:3-6).
Pero Josafat hace algo adicional que no encontramos en ningún otro rey: nombra levitas, sacerdotes e incluso funcionarios de su propia corte para enseñar la ley (2 Cr. 17:7-9).2 Aparte de este punto, los únicos ejemplos explícitos en las Escrituras de enseñanza de la ley vienen después de que el pueblo de Judá regresa de su cautiverio. En el libro de Esdras, por ejemplo, el sacerdote Esdras emprende la tarea de estudiar y enseñar la ley (Esdras 7). Luego, en el libro de Nehemías, encontramos una hermosa escena en la que Esdras lee la ley y los levitas salen entre el pueblo para ayudarles a entender el sentido de la ley (Neh. 8:7-8), impulsando al pueblo de Jehová a una nueva reverencia, a un gran arrepentimiento y a un pacto renovado (Neh. 8:9-10:39).
El pueblo de Dios necesita que se le enseñe la palabra de Dios. Dios nos enseña en su palabra quién es, lo que ama y lo que odia. Es imposible conocer y amar a Dios aparte de su palabra, ya que Él se revela en ella. Este principio no pierde importancia en el nuevo pacto, sino que adquiere un nuevo significado, ya que comprendemos que Dios revela la gloria de su Hijo Jesucristo en su palabra. El pueblo de Dios necesita escuchar la Palabra de Dios no sólo semana tras semana, sino incluso día tras día, para que podamos conocer mejor a Dios, amarle, confiar en Él y servirle.
¿Aprovechas las oportunidades de aprender la Palabra de Dios?