Lecturas Bíblicas: Día 243
1 Samuel 24 | 1 Corintios 5 | Ezequiel 3 | Salmos 39
David tiene dos oportunidades de derrotar a Saúl con sigilo, y en 1 Samuel 24, leemos acerca de la primera de esas dos oportunidades. Aquí, Saúl entra en una cueva para hacer sus necesidades, pero elige la misma cueva donde David y sus hombres se esconden de él (1 Samuel 24:3). Mientras Saúl hace sus necesidades, los hombres de David le incitan a matar a Saúl, pero David se niega a hacer lo que le dicen, y las acciones de David aquí nos ayudan a elaborar estrategias para luchar contra nuestras propias tentaciones de pecar.
Lo más importante es que David se niega a escuchar las justificaciones del pecado reconociendo que no son más que medias verdades. Los hombres de David le citan las propias promesas de Jehová a David, instándole a matar a Saúl diciéndole: “Este es el día del que te habló Jehová: ‘He aquí que yo entrego a tu enemigo en tu mano, y harás con él lo que bien te pareciere’” (1 Sam. 24:4). Ciertamente, Jehová había entregado a los enemigos de David en su mano una y otra vez, pero David sabe que Saúl sigue siendo el legítimo rey de Israel. Sí, David había sido ungido como el próximo rey de Israel (1 Sam. 16:13), pero Saúl también había sido ungido: “Jehová me libre de hacer esto contra mi señor, el ungido de Jehová, extendiendo mi mano contra él, pues es el ungido de Jehová” (1 Sam. 24:6). Incluso algo tan inocente como cortar una esquina del manto de Saúl golpea después la conciencia de David, pues representa un ataque contra el ungido de Jehová (1 Sam. 24:5).
Del mismo modo, podemos apropiarnos de la lógica de David para luchar contra las tentaciones de abusar de otras personas cuando recordamos que han sido creadas a imagen de Dios. David combatió sus propias tentaciones predicándose a sí mismo la realidad de que Saúl era el rey ungido de Israel, por lo que pecar contra Saúl sería pecar contra quien lo había ungido: Jehová mismo. Cuando pecamos contra otras personas, también pecamos contra Jehová, el que hizo a esas personas a su propia imagen.
Sorprendentemente, Dios se sirve de la misericordia de David para llevar a Saúl al arrepentimiento -no a un arrepentimiento duradero, como veremos, pero sin embargo Saúl reconoce aquí su propio pecado y alaba la justicia de David al perdonarle la vida (1 Sam. 24:16-22). Del mismo modo, debemos recordar la forma en que Dios nos llevó al arrepentimiento, no mediante amenazas y venganza, sino mediante la misericordia, ya que Jesucristo no vino a matar, sino a ser matado en nuestro lugar por nuestro pecado, para que llegáramos a ser justicia de Dios. Por eso, Pablo nos exhorta a no ser pendencieros, sino amables y bondadosos con las personas que nos persiguen, con la esperanza de que “Dios les conceda tal vez el arrepentimiento que los lleve al conocimiento de la verdad” (2 Tim. 2:25).
¿Cómo podrías amar mejor a tus enemigos?