Lecturas Bíblicas: Día 32
Génesis 33 | Marcos 4 | Ester 9–10 | Romanos 4
No debería sorprendernos ver a Jacob flaquear en su fe segura cuando ve venir a Esaú desde lejos, a pesar de que acababa de terminar de luchar con Dios (Gen. 33:1). Por supuesto, no ayudó al miedo de Jacob ver que Esaú venía con cuatrocientos hombres, pero aun así, Jacob continúa su patrón de favoritismo dividiendo a toda su familia, poniendo a los sirvientes y a sus hijos al frente para recibir a Esaú primero, luego a Lea con sus hijos, y por último a Raquel y José (Gen. 33:2). Aunque debemos reconocerlo, Jacob se adelanta a todos para conocer a su hermano y postrarse ante él.
Si no nos sorprende ver a Jacob flaquear en su fe, sí debería sorprendernos la reacción de Esaú. Jacob no se encuentra con un hermano que ha estado guardando rencor durante los últimos veinte años, dispuesto a vengarse del embaucador Jacob. Por el contrario, descubre que su hermano le ha perdonado por todo lo que ha hecho. Esaú extiende a Jacob una gracia y una misericordia extraordinarias, y leemos que “Esaú corrió a su encuentro, lo abrazó, se echó a su cuello y lo besó, y lloraron” (Gen. 33:4).
Es una conmovedora escena de reencuentro, pero lo realmente fascinante de esta descripción del reencuentro es que Jesús toma prestados muchos detalles en su parábola del hijo pródigo. Después de que el hijo pródigo pidiera su herencia antes de tiempo -diciendo esencialmente a su padre que le importaba más el dinero que la vida de él-, el hijo despilfarró todo su dinero. Cuando la extrema pobreza le lleva a volver a su padre suplicándole perdón, leemos que el padre hace exactamente lo mismo que había hecho Esaú cuando se reunió con Jacob.
Así es como Jesús cuenta la historia “Pero cuando aún estaba lejos, su padre lo vio y sintió compasión, corrió, lo abrazó y lo besó” (Lucas 15:20). En su parábola, Jesús representa al padre amoroso del hijo pródigo siguiendo el modelo de la respuesta amorosa de Esaú hacia su hermano pródigo, Jacob, en la vida real.
De nuevo en esta historia, vemos gracia hacia Jacob. No vemos a un hombre comportándose con valentía y coraje; de hecho, Esaú es el que sale muy bien parado en esta historia, no Jacob. Jacob es el pródigo, mientras que Esaú es el héroe de esta historia.
Y si Jacob necesitaba una gracia extensa, ¿cuánto más nosotros? ¿La profundidad de tu pecado te ha quebrantado para que busques la gracia como Jacob, el hermano pródigo, o todavía estás en un punto en el que estás maquinando y engañando a los que te rodean para salir adelante como hizo Jacob al principio de su vida?
¿Es el Evangelio tu esperanza como hijo pródigo de Dios, o sigues buscando tu propio camino al margen de Él?