Lecturas Bíblicas: Día 100
Levítico 14 | Salmos 17 | Proverbios 28 | 2 Tesalonicenses 2
Debido a la conexión de la lepra con el pecado y la muerte -como comentamos en la meditación de ayer-, cualquier persona con una enfermedad de la piel tenía que permanecer fuera del campamento de Israel hasta que su enfermedad fuera curada (Levítico 13:45-46). En Levítico 14, Jehová da instrucciones a Moisés sobre cómo podía purificarse una persona enferma de lepra para ser reconciliada de nuevo con el campamento de Israel.
En primer lugar, la persona leprosa tenía que presentarse ante un sacerdote, que examinaría la piel de la persona para asegurarse de que la enfermedad, de hecho, había sido curada. Es importante señalar que el sacerdote no tenía la capacidad de curar, sino sólo la autoridad para evaluar si una persona ya había sido curada.
En segundo lugar, si la enfermedad había sido curada, entonces la persona curada tenía que ser purificada. El proceso de purificación implicaba rociar con agua y sangre de sacrificio (Lev 14:6-7), afeitar todo el cabello de la persona (Lev 14:8-9), ungir con aceite (Lev 14:15-18) y cuatro sacrificios: una ofrenda de grano, una ofrenda por la culpa, una ofrenda por el pecado y un holocausto (Lev 14:10-20). Estos rituales ilustran toda la gama de corrupción de las víctimas de esta enfermedad, así como lo completo de su purificación ante Jehová.
Una de las partes más intrigantes de este proceso es el uso de dos aves en Lev 14:4-7. Los sacerdotes mataban una de las aves y usaban su sangre junto con agua limpia para rociar sobre la persona que se purificaba, y la otra ave se soltaba en el campo abierto. El significado de esta ceremonia es que un animal muere como sacrificio (“esta vida a cambio de la tuya“), mientras que el otro animal se lleva la enfermedad al ser liberado, y es muy similar a lo que veremos en Levítico 16 prescrito para el Día de la Expiación.1
Deberíamos extraer al menos dos principios de esta ceremonia. En primer lugar, aunque ciertamente reconocemos parte del mal del pecado, la enfermedad y la muerte, deberíamos ver en todo esto que Jehová reconoce mucho más el horror de la caída. No podemos comprender nuestra propia depravación.
En segundo lugar, este proceso de purificación de un leproso es un resumen perfecto de los puntos fuertes y débiles de la ley. Por un lado, no se descuida ni un solo paso para la limpieza de uno que había sido curado, pero por otro lado, la ley no lleva consigo ninguna disposición para la curación.
Si la raza humana no hubiera estado indefensa en la esclavitud del pecado, entonces la ley podría haber sido una opción para vivir a través de nuestra obediencia. Pero como estábamos muertos en nuestros pecados y transgresiones, Jesucristo vino a salvar a los pecadores, no a los que estaban bien, sino como el Gran Médico para curar a los enfermos terminales del pecado (Marcos 2:17).
- Allen P. Ross, Holiness to the LORD: A Guide to the Exposition of the Book of Leviticus (Grand Rapids, MI: Baker Academic, 2002), 288–89. ↩︎