Dios ha designado pastores y ancianos no para mediar entre nosotros y Dios, sino para guiarnos espiritualmente en la iglesia (Tit. 1:5-9; Heb. 13:17; 1 Ped. 5:1-5). Estamos llamados a apoyar económicamente a nuestros pastores para darles libertad de preocupaciones y ocupaciones mundanas mientras nos ministran (1 Co. 9:8-11; 1 Ti. 5:17-18), pero el Nuevo Testamento deja claro que no tienen mayor acceso a Dios que cualquier otra persona.