No nos equivoquemos, están afirmando su igualdad con Dios al construir una estructura que llegue hasta el mismo cielo. En consecuencia, Dios juzga su arrogancia fragmentando su lengua y esparciéndolos por la tierra. Este juicio no se revierte hasta el día de Pentecostés, cuando los apóstoles predican el Evangelio en las lenguas de todos los diversos grupos de personas que se encontraban en Jerusalén con motivo de la fiesta (Hechos 2:5-12).