Al final de su vida, David no está ni más allá del pecado ni más allá de la gracia de Jehová. Al final de 1 Samuel, reflexionamos sobre el hecho de que Saúl se había acostumbrado trágicamente a no arrepentirse, pero vemos lo contrario en David. Incluso cuando peca, a veces gravemente, David confiesa su pecado, se encomienda a Jehová y busca una expiación costosa para cubrir sus pecados. Y de la misma manera, oremos para que nosotros también caminemos en humildad todos los días de nuestras vidas, para que incluso cuando pequemos, nos apresuremos a buscar el perdón a través del sacrificio expiatorio más costoso de todos: el del Señor Jesucristo.