Jesús va más allá de los ministerios proféticos de Elías y Eliseo, pero no como un profeta más. Más bien, Jesús es el profeta supremo e incluso el sujeto supremo de toda profecía, ya que “el testimonio de Jesús es el espíritu de profecía” (Ap. 19:10). Cada paso hacia delante a través del Antiguo Testamento marcha hacia él, porque él es la misma Palabra de Dios hecha carne (Juan 1:14). Es el propio Hijo amado de Dios, así que, por tanto, escúchale (Mt. 17:5).