La gracia gratuita de Jesús no nos da licencia para vivir como queramos. Dicho de otro modo, Jesús no vino porque Dios hubiera abandonado su santidad de fuego consumidor, sino para mantenerla. Jesús enfrentó la dura ira de su Padre por nuestro pecado, no para que sigamos tratando la gloria de Dios con desprecio, sino para que aprendamos a adorarle y honrarle como se merece.
¿Cómo tratas tú la gloria de Dios a la luz de su misericordia hacia ti?