Aunque David es el rey según el corazón de Dios -de cuyo linaje Dios levantaría a su propio Hijo para reinar como rey sobre Israel para siempre-, David tiene defectos. En esta historia, vemos una sombra del gran Hijo de David, no en el propio David, sino en Abigail, que asume la culpa de Nabal a pesar de su perfecta inocencia. Abigail, por tanto, no sólo prefigura cómo Jesús iría a la cruz por nuestra culpa, sino que también demuestra cómo podemos buscar una solución pacífica a los conflictos, incluso cuando no somos los culpables.
Recuerda las palabras de Jesús: “Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios” (Mt. 5:9).