De los tres reyes que Dios ha dado a Israel hasta ahora, ninguno ha pastoreado fielmente al pueblo de Dios. En lugar de eso, Dios enviará en última instancia a un mejor rey para pastorear a su pueblo, un rey cuyo corazón permanecerá fiel a su Padre celestial incluso hasta el punto de morir en la cruz y un rey que un día regresará para ejecutar la justicia en esta tierra. Este rey merece no sólo nuestra obediencia, sino también nuestro amor, nuestra adoración y nuestra fe.