No debe sorprendernos, pues, que Jesús dedicara muy poco tiempo a hablar con los poderosos. En lugar de buscar una audiencia con el rey Herodes o con el gobernador romano Pilato, Jesús se dedicó a devolver la vista a los mendigos ciegos (Lucas 18:35-43; Juan 9), a curar a los enfermos (Mateo 15:29-31) y a resucitar a los niños de entre los muertos (Marcos 5:35-43; Lucas 7:11-17). El ministerio de Elías -y, más tarde, el del sucesor de Elías, Eliseo- prefigura la labor que Jesús realizaría al venir a este mundo para mostrar la compasión de su Padre hacia los pobres, los enfermos e incluso los muertos.
Pero al igual que Jesús no se acobardó ante los poderosos que habían descarriado al pueblo de Dios, Elías no ha terminado de transmitir el mensaje de juicio de Jehová al malvado rey Acab. Mañana leeremos más sobre la profética denuncia de Elías contra Acab.