Lo que la Biblia enseña sobre la relación entre la soberanía de Dios y la responsabilidad del ser humano es, cuando menos, complicado. Por un lado, sabemos que Dios nunca tienta a nadie a pecar, ni es el autor del pecado (Stg 1,13). Pero, por otro lado, también sabemos que reina soberana y providencialmente sobre todas las cosas de este mundo (Rom. 11:36), lo que incluye el pecado en este mundo. ¿Dónde termina lo uno y empieza lo otro? El relato de 1 Reyes 12 nos ayuda a matizar nuestra comprensión de la relación entre la acción humana y la divina en este mundo.