Lecturas Bíblicas: Día 338
2 Crónicas 3–4 | 1 Juan 3 | Nahúm 2 | Lucas 18
En una meditación anterior, vimos el único relato de 1 Crónicas que registraba el pecado de David: la historia del censo que hizo.1 Como ya dijimos, una de las razones por las que se incluyó ese relato es para proporcionar el trasfondo de cómo David compró la era de Ornán el jebuseo, ya que ese sitio se convirtió en el lugar donde finalmente se erigiría el templo: “Y dijo David: Aquí estará la casa de Jehová Dios, y aquí el altar del holocausto para Israel” (1 Cr. 22:1).
En nuestra lectura de hoy, pues, encontramos este detalle reiterado en 2 Crónicas 3:1: “Comenzó Salomón a edificar la casa de Jehová en Jerusalén, en el monte Moriah, que había sido mostrado a David su padre, en el lugar que David había preparado en la era de Ornán jebuseo“. Este versículo, sin embargo, añade otra particularidad inesperada al darnos más información sobre la ubicación del templo. Aquí nos enteramos de que el templo se construye en el monte Moriah. Esta información es sumamente significativa, ya que el monte Moriah fue el lugar donde Dios puso a prueba a Abraham, diciéndole: “Toma ahora tu hijo, tu único, Isaac, a quien amas, y vete a tierra de Moriah, y ofrécelo allí en holocausto sobre uno de los montes que yo te diré” (Gn. 22:2). Aquí aprendemos algo chocante: el templo se construye en el mismo lugar donde Abraham estuvo a punto de ofrecer a su hijo Isaac en sacrificio tantos años antes.
Pero más que una interesante correlación de lugares, también hay una interesante correlación de historias entre el sacrificio de Isaac y la era de Ornán el jebuseo. En ambos casos, Jehová proporcionó un sustituto para salvar a su pueblo: en el caso de Abraham, Jehová proporcionó un carnero cuyos cuernos quedaron atrapados en la espesura, que Abraham ofreció como sustituto de Isaac (Gn. 22:13). En el caso de David, el Señor permitió un sacrificio en la era de Ornán para alejar su ira del pueblo de Israel (1 Cr. 21:26-27).
En conjunto, ambos relatos anuncian que el templo sería el lugar donde el pueblo de Jehová derramaría la sangre de los sacrificios de animales en sustitución de sí mismo. Cuando el pueblo pecaba, los animales sacrificados morían en su lugar para evitar la ira de Jehová. Y en última instancia, estas historias apuntan a la forma en que el Hijo mayor de David, el Señor Jesucristo, soportaría el sufrimiento de la cruz, no a causa de su propio pecado, sino como el sacrificio sustitutivo que el Señor proporcionó para evitar su ira contra nosotros.
El Señor proveerá -y ha provisto- nada menos que a su propio Hijo como tu sustituto. Jesús murió en tu lugar, por tus pecados, para que pudieras reconciliarte con Dios.
Notas al pie