Meditación Bíblica para Números 31

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Tormenta sobre el pueblo

Lecturas Bíblicas: Día 142
Números 31 | Salmos 75–76 | Isaías 23 | 1 Juan 1

El texto de Números 31 plantea muchas cuestiones difíciles sobre temas como la guerra, el genocidio, el saqueo y la esclavitud. Jehová ordena a Moisés que “vengue al pueblo de Israel de los madianitas” (Núm. 31:2) por dos hechos importantes. En primer lugar, los madianitas participaron junto con los moabitas en la contratación de Balaam, hijo de Beor, con el fin de maldecir a Israel (Núm. 22:7). En segundo lugar, los moabitas y los madianitas habían desviado al pueblo de Israel para que adorara a Baal Peor (Núm. 25:1-3, 6, 17-18; 31:16).

Por estos crímenes, Jehová ordena que sean destruidos -incluyendo no sólo a los varones adultos que encontraran en batalla (Núm. 31:7) sino también a todo niño varón y a toda mujer que no fuera virgen (Núm. 31:17). Las muchachas vírgenes que eran capturadas estaban disponibles como esclavas o como esposas (Núm. 31:18). Luego, el botín de guerra se dividía en dos partes, una para el pueblo de Israel en general y otra para los que habían salido a la batalla (Núm. 31:27).

No es un pasaje fácil de leer, y mucha gente señalaría pasajes como éste como prueba de que el Dios de la Biblia no es justo en todo lo que ordena. ¿Qué debemos hacer al respecto?

En primer lugar, debemos reconocer que intentar maldecir a Israel y conducirlo a la adoración de un dios falso representaba una maldad censurable. Jehová había llamado a Israel para que fuera su posesión especial en toda la tierra, por lo que llevarlos a la apostasía era un crimen horrendo.

Esto nos ayuda a ver que Dios no es un maníaco genocida. Más bien, ordenó esta venganza contra Madián y la destrucción de todos los pueblos de la Tierra Prometida por la misma razón: la justicia. De hecho, Jehová ya le había dicho a Abraham en Génesis 15:16 que Israel no recibiría la Tierra Prometida hasta que la maldad de los pueblos que vivían allí llegara a un punto de inflexión.

En estos relatos no vemos violencia desenfrenada, sino el reino de Dios irrumpiendo en este mundo, castigando a los malhechores y preservando al pueblo de Dios por medio de la gracia. Estas escenas no se nos ofrecen para que las imitemos hoy, ya que la venganza pertenece sólo a Jehová (Rom. 12:19). Más bien, estos relatos anuncian por adelantado lo que hará el Rey Jesús cuando regrese. Vino una vez en paz como siervo manso y sufriente, pero vendrá de nuevo como poderoso rey guerrero para hacer justicia entre las naciones.

Y a medida que nos acercamos a ese día, prestemos atención a las palabras del salmista: “Ahora, pues, oh reyes, sed prudentes; Admitid amonestación, jueces de la tierra. Servid a Jehová con temor, Y alegraos con temblor. Honrad al Hijo, para que no se enoje, y perezcáis en el camino; Pues se inflama de pronto su ira.” (Sal 2:10-12).

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