Lecturas Bíblicas: Día 152
Deuteronomio 5 | Salmos 88 | Isaías 33 | Apocalipsis 3
En Deuteronomio 5, Moisés no se limita a repetir los Diez Mandamientos, sino que también recuerda a Israel cuál había sido su respuesta en el momento en que Jehová les había dado los Diez Mandamientos: temor y reverencia. Cuando Jehová se presentó en el monte Sinaí para dar su ley, Israel estaba aterrorizado de que la santidad de Jehová los fulminara por su pecaminosidad, por lo que suplicaron un mediador (Deut. 5:24-27).
Jehová, por su parte, se complace con la respuesta de su pueblo: “He oído la voz de las palabras de este pueblo, que ellos te han hablado; bien está todo lo que han dicho. ¡Quién diera que tuviesen tal corazón, que me temiesen y guardasen todos los días todos mis mandamientos, para que a ellos y a sus hijos les fuese bien para siempre!“. (Deut. 5:28-29). Fíjate en lo primero que Jehová aprueba de la respuesta de Israel: que le temieron cuando les reveló su ley.
Podríamos pensar que el temor al Señor es algo malo. ¿No debería ser el objetivo amar a Dios y sentirnos cerca de él? ¿No quiere Dios que nos sintamos bien y no mal? En absoluto, o al menos no al principio.
Eugene Peterson ofrece una visión útil de lo que significa hablar del temor del Señor en su libro Cristo actúa en diez mil lugares:
Esta historia de Deuteronomio 5 es una imagen extraordinaria de cómo actúa el Evangelio en nuestras vidas. Cuando Dios, por medio de su Espíritu, nos lleva a reconocer toda la magnitud de nuestra culpa ante su santidad, quedamos deshechos -desorientados, sin saber lo que nos va a pasar, y dándonos cuenta de que nos hemos pasado la vida jugando con algo mucho más grande de lo que jamás habíamos imaginado.
Y sólo cuando llegamos a ese punto, deshechos en presencia de la santidad de Jehová, su Espíritu arroja luz sobre nuestro mediador, un mediador mejor de lo que había sido Moisés. Entonces, el Espíritu nos insta a huir a Cristo en busca de refugio, confiando en su sangre derramada para expiar nuestros pecados y en que su justicia nos cubra para que podamos escapar de la ira venidera (Mt. 3:7).
Hoy, levanta la cabeza de las distracciones de este mundo para contemplar la aterradora santidad de Dios; no para que simplemente te asustes, sino para que supliques la mediación perfecta de Jesucristo.
Notas al pie
- Eugene Peterson, Christ Plays in Ten Thousand Places: A Conversation in Spiritual Theology (Grand Rapids, MI: William B. Eerdmans Publishing Company, 2005), 122. ↩︎