CON UN PROPOSITO EN MENTE

¿Cómo saber el propósito de Dios en nuestras vidas? Pese a no ser fácil tarea, la Biblia está llena de personajes cuyas historias reflejan que el propósito de Dios se sobrepone a cualquier circunstancia, o como dice el autor acá: "El propósito de Dios en nuestras vidas, cualquiera que este sea, no puede ser frustrado porque sabemos que a los que aman a Dios todas las cosas les ayudan a bien (Romanos 8.28-32). En consecuencia, solo resta buscar el reino de Dios y su justicia, y todo lo demás os será añadido; si es su voluntad (Mateo 6:33)."
PROPÓSITO

Conocer la voluntad de Dios en nuestras vidas es un asunto que inquieta a todos, en especial a los creyentes que aún no hemos aprendido a descansar en el amor y la misericordia del Señor (Mateo 21:28). Deseamos conocer lo que el Señor guarda para nosotros por razones diversas; algunas válidas y justas, como alinear nuestras vidas al propósito eterno de Dios. Otras, menos significativas, son el resultado de la ansiedad que se genera en torno a una vida estéril y sin sentido (Eclesiastés 1:2).

Lo único cierto es que la mayor parte del tiempo vemos a Dios como una herramienta de inteligencia artificial capaz de proveer soluciones efectivas a problemas específicos, o un consejero fiel que contribuye a la toma de decisiones de aspectos relevantes de nuestra vida, tal es el caso de la búsqueda de un nuevo empleo, la pareja perfecta para el matrimonio, la crianza de los hijos o el acceso a un negocio redituable.

Ya que los hijos de Dios son diferentes al tipo de personas que salieron al paso de Israel cuando se acercaba a la tierra prometida (Deuteronom. 18:9-14), la pregunta no debería ser ¿cuál es la voluntad del Señor en mi vida?, sino, ¿cómo debo obrar para que mis pensamientos, los deseos de mi corazón y mis sueños se alineen al propósito eterno del Creador?

Para conocer la voluntad divina en nuestras vidas, o nuestra posición en Cristo Jesús y en el mundo no es necesario consultar adivinos, agoreros, magos o hechiceros como hacían los cananeos, sino al Señor y su palabra revelada. Es la forma en que lo han hecho los hombres de Dios desde antaño.

Vidas con propósito en las escrituras

Dios dijo que haría de Abraham una gran nación y, por extensión, bendeciría a todas las familias del planeta y él le creyó (Génesis 12:1-3). Por eso, en vez de resolver sus dudas por medio de las cartas o la numerología como hacían sus paisanos, reposó en el Señor y accedió a vivir cual extranjero en la tierra de la promesa (Hebreos 11:8-10).

Asimismo, Dios dispuso que José padeciera y se vistiere de siervo al principio para que luego su legado llegare a ser eterno en Cristo Jesús (Génesis 45:7-8). Mientras la voluntad de sus hermanos se inclinaba al mal en contra suya, la del Señor apuntó siempre a su bienestar.

Si bien Jeremías intento evadir el llamado al ministerio por temor al pueblo, Él le conoció, santificó y dio por profeta a las naciones antes de que fuese formado en el vientre de su madre (Jeremías 1:4-10). Pero, en ese oficio, la tribulación lo acompañó hasta el final; y aunque creemos que hoy nadie desearía vivir y sufrir de esta forma, Dios tenía un propósito en su vida que se cumplió a la perfección, como también se cumplirá en nosotros, cualquiera que este sea.

El ángel Gabriel anunció a Zacarías que su hijo iría delante del Mesías con el espíritu y el poder de Elías para hacer volver los corazones de los padres a los hijos, y de los rebeldes a la prudencia de los justos y para preparar al Señor un pueblo bien dispuesto (Lucas 1:13-17). Para la gloria de Dios, Juan cumplió todo aquello para lo que fue llamado. Sin embargo, bien es conocido el fin de la voz que clama en el desierto (Mateo 14:1-12): tenía que menguar para que Cristo creciera (Juan 3:30).

De la misma manera, Pablo se convirtió en instrumento escogido para llevar el evangelio a la presencia de los gentiles, de los reyes y de los hijos de Israel aun a expensas de su bienestar (Hechos 9:10-16). Cristo mismo le reveló lo que habría padecer por su nombre.

El hombre al que el Señor devolvió la vista es otro ejemplo del propósito divino en la vida de las personas. Estuvo en penumbras desde su nacimiento para que la gloria del Dios se manifestare a él y al mundo a través de Cristo (Juan 9:3). No solo fue liberado de su ceguera física, sino también de la espiritual. Tanto que, los enemigos de Jesús no pudieron contrarrestar sus argumentos cuando le interrogaban acerca de Él (Juan 9:25). Es más, ante el acoso al que era sometido proclamó con vehemencia: es maravilloso que vosotros no sepáis de dónde sea, y a mí me abrió los ojos. Y sabemos que Dios no oye a los pecadores; pero si alguno es temeroso de Dios, y hace su voluntad, a ese oye… Si este no viniera de Dios, nada podría hacer (Juan 9:30-33).

El caso de Jesús

Para sacudir la confianza de los fariseos, el Señor dijo: para juicio he venido yo a este mundo; para que los que no ven, vean, y los que ven, sean cegados (Juan 9:39). Luego proclamó, Yo soy el buen pastor; el buen pastor su vida da por las ovejas (Juan 10:10-11). Para darnos vida, el Señor tenía que morir en la cruz y resucitar al tercer día. Pues, como dijo el apóstol Pablo a los judíos en Antioquía de Pisidia: habiendo cumplido todas las cosas que de Él estaban escritas, quitándolo del madero, lo pusieron en el sepulcro. Mas Dios le levantó de los muertos.

La cruz no fue un accidente, sino el cumplimiento de la promesa revelada (Hechos 4:23-28). Por eso, en el camino de Emaús, el Señor amonestó a los discípulos necios por olvidar lo que había sido decretado acerca de Él en la eternidad pasada: Les cuesta tanto creer todo lo que los profetas escribieron en las Escrituras, les dijo (Lucas 24:25). Luego insistió: ¿Acaso no profetizaron claramente que el Mesías tendría que sufrir todas esas cosas antes de entrar en su gloria? (Lucas 24:26). Asimismo, Pedro y Juan dijeron a los hermanos en Jerusalén que, conforme al propósito eterno de Dios, Herodes, Poncio Pilato, los gentiles y el pueblo se unieron en contra del Mesías.

La voluntad de Dios en nuestras vidas

Aunque cueste reconocerlo, el propósito de Dios en nuestras vidas no gira en torno a nuestros pensamientos, sueños, deseos o ambiciones, sino alrededor de asuntos tan sublimes como su propia gloria y alabanza. Pues, fuimos escogidos en Cristo antes de la fundación del mundo, para ser santos y sin mancha delante de Él, habiéndonos predestinados en amor para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad… (Efesios 1:3-10).

La buena noticia es que el propósito de Dios en nuestras vidas, cualquiera que este sea, no puede ser frustrado porque sabemos que a los que aman a Dios todas las cosas les ayudan a bien (Romanos 8.28-32). En consecuencia, solo resta buscar el reino de Dios y su justicia, y todo lo demás os será añadido; si es su voluntad (Mateo 6:33).

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