Meditación Bíblica para Levítico 9

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Lecturas Bíblicas: Día 96
Levítico 9 | Salmos 10 | Proverbios 24 | 1 Tesalonicenses 3

Al final del Levítico 8, después de que Moisés lavara a Aarón y a sus hijos, los vistiera con sus vestiduras sacerdotales, ofreciera todos los sacrificios necesarios, untara sus cuerpos con la sangre del sacrificio y los rociara con el óleo santo de la unción para consagrar (es decir, hacer santos) a Aarón y a sus hijos en estricta observancia de las instrucciones de Jehová, los futuros sacerdotes tenían que esperar siete días hasta que pudiera completarse su ordenación (Lev. 8:32).

Al final de este período de espera, al octavo día, Moisés llama de nuevo a Aarón y a sus hijos para que ofrezcan sus primeros sacrificios ante Jehová. Aunque Aarón y sus hijos habían puesto sus manos sobre los animales del sacrificio en Levítico 8, fue Moisés quien realmente ofreció los sacrificios hasta este octavo día, cuando Aarón y sus hijos asumieron plenamente las responsabilidades del sacerdocio. Después de hacer los sacrificios, Aarón alzó sus manos para bendecir al pueblo y luego acompañó a Moisés a la tienda de reunión, y entonces volvió a bendecir al pueblo (Lev. 9:22-23). En ese momento, apareció la gloria de Jehová, y el fuego de Jehová consumió los sacrificios, indicando la aprobación de Jehová a sus nuevos sacerdotes y haciendo que el pueblo de Israel se postrara ante Jehová en adoración (Lev. 9:24). Aarón y sus hijos fueron debidamente ordenados e instalados en sus funciones sacerdotales.

Pero como mencioné al final de la meditación de ayer, el sacerdocio exclusivo de los hijos de Aarón era sólo un arreglo temporal. Dios finalmente levantó un nuevo sacerdote de una línea sacerdotal totalmente diferente, un sacerdote que se ofreció a sí mismo, de una vez por todas, como sacrificio eterno por el pueblo de Dios. Es decir, Dios designó a su Hijo para ser nuestro gran sumo sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec, no de Aarón (Heb. 7).

Además, Dios eliminó el oficio de sacerdote como una posición de liderazgo bajo el nuevo pacto. Los únicos oficios de liderazgo ordenados en el nuevo pacto son los de anciano y diácono (1 Tim. 3), no el de sacerdote.

Pero eso no significa que los sacerdotes ya no existan. Más bien, Dios ha comisionado a todos los creyentes a servir como sacerdotes: “vosotros también, como piedras vivas, sed edificados como casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo” (1 Pe. 2:5). En el nuevo pacto, somos llamados como sacerdotes a llevar la verdadera adoración delante de Jehová -el sacrificio de alabanza (Heb. 13:15)- y también a ofrecernos a Dios como sacrificios vivos (Ro. 12:1).

No expiamos ni podemos expiar los pecados de nadie -sólo Jesucristo expía el pecado mediante su sacrificio en la cruz-, pero estamos llamados a una posición única de cercanía a Jehová para adorarle con nuestra alabanza y con nuestras vidas.

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