En última instancia, la brecha entre la santidad de Jehová y su amor debe salvarse sin comprometer a ninguna de las partes. Si Jehová se limita a pasar por alto el pecado, su justicia queda mancillada para siempre. Pero si Jehová se niega a buscar la salvación de su pueblo, los pecadores indefensos como tú y como yo no tenemos esperanza ni en este mundo ni en el otro.
Este dilema requerirá nada menos que el Santo de Israel se convierta en pecado por nosotros, cargando con la maldición de nuestro pecado y dándonos su justicia.