En Números 8, Jehová prepara a los levitas para su servicio limpiándolos. Lo primero que vemos en Números 8 es que los levitas eran limpiados durante este proceso con el agua de la expiación rociada, afeitándose el cuerpo y lavando sus ropas (Núm. 8:7). Se trataba de un proceso espiritual para capacitarlos para los deberes espirituales en la adoración y el servicio a Jehová, pero parte de ese proceso requería una limpieza física con agua. En muchos sentidos, esta limpieza prefigura el bautismo cristiano, en el que nuestro lavado físico con agua se corresponde con la limpieza espiritual que recibimos a través de la sangre de Jesús.