Mientras que Moisés fue un gran mediador al que Dios utilizó para renovar su pacto con Israel y un gran profeta a través del cual Dios dio a Israel su ley, Jesús fue mucho mejor. Jesús no solo vino a inaugurar un nuevo pacto mejor que el de Moisés (Heb. 8:8-13), y no solo se convirtió en el último y más grande profeta de Jehová (Heb. 1:2), sino que también vino a asumir dos funciones que a Moisés no se le permitieron: servir como nuestro gran sumo sacerdote (Heb. 8:1-7) y reinar como nuestro rey para siempre (Heb. 1:8).