Es una cosa peligrosa morar cerca de Dios mientras permaneces en tu pecado, pero escucha la promesa del evangelio de Jesús: “Así que, hermanos, teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo… acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua pura.” (Heb. 10:19, 22)