Jehová había llamado a Israel para que fuera una luz para las naciones, pero al igual que Adán, fracasaron en la tarea que se les había encomendado. El fracaso de Israel, sin embargo, no cogió a Jehová desprevenido; como dijimos ayer, la desobediencia de Israel era evidente incluso a estas alturas de la historia. De hecho, Jehová había planeado desde el principio levantar una sola estrella de Israel -su propio y amado Hijo- que daría a su pueblo la curación eterna en la Nueva Jerusalén.
Bienaventurado el que se complace en el Hijo del Señor.